Me gustabas tanto porque eras fácil de querer y difícil de olvidar, eras tan fría, pero tu mirada era tan cálida...
Chica del día y la noche, ama de los contrastes, sencilla y complicada a la vez, eras mi pequeña cajita de música a la que me gustaba darle un poco de cuerda cada noche antes de dormir y sentir tu música rodeándome las frías noches de noviembre. Que bonito era quererte en invierno, levantarme a media noche y verte dormida a mi lado, darte un beso sin que te dieses cuenta, echarte el brazo por encima y volver a dormir.
Despertarme por la mañana y no verte, pero entre tanto frío, estirar la mano hacia tu lado de la cama y sentir aún tu calidez. Que fácil era quererte en invierno, acostumbrarse a tus besos traviesos bajo las sábanas, entrecruzar mis dedos con los tuyos y, sin mas, mirarnos durante el tiempo que hiciese falta, hablando sin palabras.
Pequeño cristal de hielo, dueña de mis escalofríos y tiriteras, la única persona que conseguía dejarme en blanco, sin palabras. Y que me gustase.
Mi chica de hielo, que fácil era quererte en invierno. Y amarte toda una vida
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